Vino el cielo a dar su llama,
Su manto y su cielo,
Vino sin venir desde siempre a ello.
Del cielo emergió la daga,
instante diferido de la eternidad de dios.
Fueron ahí en consuno uno y el mismo,
Cuenta, espacio, tiempo,
Los cuatro destinos diferidos
del mismo señor...
y es que nadie sabe para quién escribe.
la escritura sin destino y nosotros aún sabiendo, cortamos la eter-nidad con las palabras en cada instante diferido, así me escribo...Besos
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