viernes, 20 de agosto de 2010

Cuando de la noche haces miel

Resulta triste cuando la noche carece de dulces corceles salvajes, que quisieras rastrear toda una noche en medio de las estepas desiertas de la luna que devoró a todas sus hermanas.
Una noche, sin reflejos ni silencios, pero también sin voces, sin estruendos. Una noche de guiarse por las huellas del olfato y el relinche de los belfos sagrados, llorados mil años en espera de un jinete que fuera más que un jinete.
Un jinete que supiera cantar el silencio imposible de estepas nunca mancilladas con los labios del hombre. Con sus palabras de bosta metafísica y agobio puntual y crónico por el mar, el caos, y sus siluetas galopantes. Me gusta cuando tu piel se confunde con la noche.

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