viernes, 2 de julio de 2010

Instante

Todo su instante ostenta
la extrañeza de lo puntual.
Misteriosamente mortal,
ajeno y arrastrado.

Como si las estrellas la prefiguraran,
y le signaran las piedras de su tránsito,
como si los vientos la anhelaran
y le hubiera soplado siglos de arrebato.

Su instante, divino, radiante,
en meditación ante el retrato,
requería horas de elaboración paciente,
anhelando ser ella misma derroche nefasto:

Con sus pasos, la fuerza del rayo,
que fulmina y desata al aire ignoto,
corazón de la urbe milenaria que notó
nacer los rumbos de todos los caballos.

Altiva, displicente, ella misma ahora el cielo
con su mirada perdida a un horizonte
nunca más allá del próximo amante desdeñado.
Lo ví, eran tus ojos la piel del instante.

Pues que se te arrebate querido hermano.
Ya los vientos son sierpes,
que de no callar el alma a tiempo
laceran el alma y se meten entre los dientes.

Sucumbimos a su encanto, asfixiados,
y no todos contamos con la venia del maestro
ancestral para recibir su enérgico consejo
desde lo más hondo de sus miedos:
otra mujer que lo dejó tatuado.

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