domingo, 14 de noviembre de 2010

Los dados del niño

La cama en la que estaba ausente, en su única muerte,
moría del frío de la noche, donde la marca del cuerpo
señaló todos estos años de muerte;
ahora lo canarios eran de papel
(el rostro del niño en uno de sus pliegues) amarillo.
Nueve veces volaron en pos de sus perfumes,
nueve veces olvidaron por qué lloraron tanto.
Sueles oír su canto en llama de alegría.
Pero lo que quema es llanto en cera
del cuerpo, la marca y el tiempo.
Aprendí a pintar sus colores en la cera,
pero me sigue el quebranto en mi soledad.
Te contengo en llanto, en silencio, en terquera,
no eres amor lo que canto;
los canarios aún vuelan de verdad,
aún desconocen los pasos,
aún no aprendo a decir los colores del llanto
y volar, para pintar nubes y después llorar en mis techos.
Ahí no requeriré de tus fuegos
ni de la mina donde extraigo mis temas.
En este espacio, las letras, son mis
músculos mis cadenas. De sangre y acero
insuflo otras crueldades al naranja de mi llanto;
un día nadaré con el delfín morado de mi tristeza.

El faro no señalaba otra costa que los límites del mar,
ahí decidió Victoria amarrar la transformación de su muerte.
tornar sus versos y soplarlos en oasis y palmeras al poeta.
Aún cuando el desierto no tenga fronteras; aún cuando
su llanto sea dátil que se pierde en mil febreros
(el llanto, el llanto, el niño sueña) de abril falaz:
Las ropitas de lo nunca parido,
de lo nunca soñado en sus propias costas,
del silencio que se llama en horizonte
y la luna roja que le llama en bordado de la estrella
de la quietud.

(Tristeza, anhelo, sueño, desilusión o espera,
ninguno de ellos llama en silencio,
Todos ellos se acompañan de sentimientos opuestos,
ninguno se silencia en soledad.)

[La soledad es el ser-ahí de la nada]

(Pero no me sigue el quebranto en mi soledad.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog