domingo, 14 de noviembre de 2010

Pisar la tierra

En el círculo los lugares siempre parecen más cercanos.
Pero igual, hay llegar sólo bordeando la situación.


Todo llegar es un arribar, cuando que el arribar es un acaecer del ser en tanto advenir al lugar, al eso que es ahí.
Ahí es la propia ejecución del borde de la circularidad. ¿Cuál es esa circularidad?, un círculo piensan todos, no, es una elipse, pues sólo son mis labios moviéndose para comenzar en cualquier palabra la “o”.
De ahí que siempre admirara la imaginación geométrica de la arquitectura.
¿Por qué la arquitectura y no los arquitectos? ¿Qué “la tierra es de quien la trabaja”?
Esa es la más deliciosa herejía mexicana. Sí, soy poeta, soy mexicano, e incluso yo también sé esto. Yo también soy mexicano.
La arquitectura y no los arquitectos pues ella es la única que no traiciona a la historia. Me lo enseñó mi maestro. El maestro de mi maestro. Aún cuando quien dice que la arquitectura es historiografía no dice mentira. Claro, éste no sabe que la historiografía ya siempre traicionó a la historia, pero esa es otra historia. La letra se levantará de su tumba, os los aseguro
[Aquí se requiere meditar hondamente para qué el “os” se transliteró al “se”, [¿Qué conjugación es ésta del verbo ser? ¿Están seguros qué saben qué es un verbo?, pues digo, el verbo, todo verbo, es acción, ¿o no? ¡Ah! Lo llamáis ahora verbo-sustantivo, ¡pero entonces mira qué pulcro resultó Parménides para llegar hasta acá! Pues aun cuando me equivocara, me equivoqué pensando hasta acá, ¿me explico? Es el evento, independiente a su signo, a su propia voz antes, pues es la voz la que funda la presencia. ¡Ja!, pues aun cuando también me equivocará en esto, ya no estarían seguros sobre la hermenéutica de la recepción en que se originó, si en el plexo receptivo o en el plexo emisor, en lo que escribí o en lo que leyeron, en lo que escucharon o en lo que dije. ¡La Gesttall os ha jodido la cabeza niños! Nunca olvidéis que la filosofía siempre es el rastreó por la unidad, os los digo yo, un sabueso, que sabe que el Maestro se acerca.], pues en tanto que la transliteración no es la transferencialidad, ya incluso resulta que la transferencia es el rastro que deja la transliteración, ¿me explicó? Ahí está el núcleo de toda traición. Es una diferencia de la índole que existe entre la filología y la semiótica. ¿Qué vosotros creéis en la transdisciplinariedad? No entienden la certeza del retorno. Sólo les hablo de la historia del ser.]
Pues que hay de cantantes a cantores, pero yo jamás me podría llamar ave [requeriría ser el ave fénix que incendiara sus propias odas]. Y es que, pues, yo, sólo creería en un díos que fuera pintante y no pintor.
¿O se los explico otra vez?
Primero necesité el tono místico-heracliteano, para después darle un matiz trágico en ese otro místico del Etna, salvo que la recepción de Empédocles vino por el de Hölderlin. Nadie llega a Empédocles así como así, siquiera al estudiar filosofía, o qué, ¿acaso crees que al pagar derechos de autor al editor, honorarios a la corrección de estilo, derechos por la traducción, bla, bla, bla, ya erradicas la mácula de subjetividad que ha participado de la superficie de tu divino, científico y objetivo libro impreso en España?
No importa cuántos institutos se levanten, cuánta teoría concreta (para no decir particular o regional) se embrolle en la primera herencia. o cuánto diseño le pongan a sus arquitrabes, la fundación del instante, y la instancia del ahí, siempre son el primer lugar de los hombres y las mujeres. Esto es un principio, o acaso, desde el pensamiento histórico de la historia del ser, el comienzo. [Dijimos hombres y mujeres para no decir persona, que ya siempre persona dice personaje, máscara, representación. Recuerden simplemente que de ser real la realidad, cualquier representación será representación, no lo real. La catolicidad de la era moderna se permite pensar que no es la representación lo representado por la representación, es decir, que lo representado es la realidad. Ya siempre flotan en el olvido del ahí de la representación, la totalidad del espacio. Ergo, ¡Todos flotan! Ese ahí de la representación es la representación en la realidad. ¿Quién es el representante? El que se lleva el diez por ciento, ¿me explico? Aún pagamos diezmo, pues ¿qué?, ¿acaso se creen realmente que la tierra es de quien la trabaja? [Leed el Eclesiastés putos] Miren que de haber cabrones, los hay, pero hay de cabrones a cabrones, aún cuando aquí haya puro cabrón y ninguna chingada] Pero tú siquiera imaginas qué significa cabrona.
Construiste rascacielos que llamasteis torres, después montaña, pero yo os digo que cada rascacielos es simplemente una avioneta. Justo es eso, no lo sabemos, nos lo dijo ella, hija de Altazor.
La realidad es todo aquello que no se sabe, nunca se sabrá, ni podrá saberse, que de saberse ya siempre sucede que ese saberse deviene en lo real, y no así que de sí, de suyo para consigo, ella sea, la conciencia.
La conciencia no es real, es la representación. Sí, existe una dimensión del plexo del ser donde la conciencia es el Dasein, el estar ahí del y en el evento del pensamiento, dicho evento es eventuado entonces en la elipse del ser. [Es decir, leer a Hegel como una filosofía historiografícista y no así como la filosofía de la historia que todos creen, pero olvidan, muy fácil olvidan.]
Pero por ello, para que cada segmento de aquello que tú llamas oración, proposición, enunciado, bla, bla, bla, o incluso verso, sea una línea recta, te olvidas forzosamente de toda horizontalidad. Te hablo del doble foco.
Todo arquitecto lo sabe, ahí es la apertura del ángulo, el doble enraizarse a la realidad
La Realidad es la Gran mujer. Pero ésta no es la intención en acto del presente poema-ensayo. Aquí hablamos de arquitectura por ser justo la dimensión del plexo que requerimos transvertir. Para el caso escribí un poema, deja te lo platico:

No todas las construcciones son morada,
pero tú quieres habitar el no-lugar.
Transvertir la metaforología arquitectónica
para hallar ahí el construir originario,
en el primer ocaso del ser.

Tú reflexión nos hizo habitar el silencio de la era;
aún así hay quien ama donde se obtiene perder la tierra.
Habitar sólo requiere la luz fugaz de una estrella;
de estar en su luz, se cimientan los pasos del dios.
A ellos, las flores de la tierra adoran mirar,
pues no hay planta que no sea Señor de mi danza, mi idioma,
así, aún cuando la era no comunique los sabores y los aromas.

Una sola arquitectónica, la de las letras:
Conocí las canteras del canto de todas las edades,
talladas con sólo el cincel del silencio
y el martillo de la voz.
Conocí letras que se fundieron en bosques,
los bosques que cantaron sus propias elegías en cabalgata mortal.
Conocí que todas nombraban lo mismo,
la silueta emergente del algodón en todos los muslos de la tierra;
en realidad se oculta ahí algo decisivo:
que la esencia de la técnica
es el glamour y la vanidad de todo lo escrito,
lo primero que aprende la mujer
es el guardar el silencio de sus piernas
[lo que la lengua dice en la palabra construir].

Oculta ahí algo decisivo,
que la realidad es el juego
de la poesía de los hijos de hombre.

Por ello me estreché al barandal,
para escucharte todas las palabras de la ciencia.
Por ello me tomé a la roca,
para escuchar las palabras de la tierra

Para escuchar las palabras de la tierra
aprendí a portar la máscara de mi derrota.
Para cantar el olvido de la piel
descubrí un mundo de palabras para mi boca.


¿Te gustó?, ¿entendiste?

Recuerda ya nomás esto, algo que no puedes olvidar: que respirar y suspirar no son verbos, son onomatopeyas.

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