viernes, 23 de abril de 2010

Uno

No sé, lo sabes bien debí preverlo, debí estar ahí estoy aquí, desde entonces los acontecimientos se han precipitado, no lo vi morir, yo no estuve. Esa noche algo se rompió, desde aquel día al intentar dar la vuelta, las páginas blancas no marcaron ya ningún acontecimiento.
Lo conocía, o creía conocerlo, en pocas ocasiones abrió su corazón mostrándome su dolor. Intenté tocarlo, pero creo existía una tensa y desesperada convivencia. Su voz aun retumba en mi oído, es como si con su muerte vaticinara mi propio fin. No sé, en un sentido no necesitaba abrir ningún pretendido espacio interno, eso no acecha en el alma. Está entre nosotros, hacemos nuestras vidas en eso. Su rostro, a pesar de esos momentos de camaradería, anunciaba el destino que tiempo atrás la época le deparó.
Años antes le dije a X que en algún momento él decidiría terminar con su vida. En la noche de aquel día, en los velatorios de San Fernando, me dijo:
— No te engañes, lo sabes bien. Sabes bien qué pasó.
Y por lo menos eso lo sé. No importa realmente qué pasó, vivía queriendo morir. Había en él un fardo que le costaba trabajo soportar. Suena cursi, lo sé, pero sólo fue otro mártir oscuro solo, soy yo que no conoce ninguna predicación. Vivió en una era carente de santos, donde nuestras hagiografías son dedicadas modelar vidas de ricos y poderosos. Entra a una librería y lo veras, en las estanterías se multiplican los títulos sobre las vidas de hombres respetables, sobre cómo hacer nuestras vidas más normales o más exitosas. Vivió una época que dedica sus elegías a los perfectos cerdos, a los notables hijos de puta.
Pero aun así sé, no me puedo calmar aun camino entre nosotros. Pasó que su tragedia a mi modo la hice mía; para sobrevivir te quisiera contar su historia. Sí, un hedor inmenso, con su tufo, apesta estas líneas. Pero lo siento, y más que nada por mí, se trata de un exorcismo de mí que tengo que realizar. No sé, quisiera poderme callar y que fuera él el que te hablara, lleva ya un año pudriéndose. Media tonelada de tierra y una gruesa placa de concreto lo separan pero me separan... de la tierra. Su historia la hice mía y sólo te puedo hablar de mi experiencia. No sé, en todo caso la muerte soy yo por que el muerto soy yo, son sus lamentos los que me acechan, ¿eso es escuchar?, sus lágrimas remojan mi ataúd, caían en el cristal y empañaban mis párpados. ¡No me permiten descansar! ¡Chinga, ni en la muerte puede estar uno en paz! Ojalá en algún momento descubrieran que los muertos son ellos, ustedes. Habitamos un féretro y con cosméticos cubrimos nuestra putrefacción, ojalá pudieran descubrir que sólo estoy aquí Ojalá pudieras ver no existe alma, reposo plácido en el cielo de compasión, ni agobio por los fuegos eternos del castigo sin redención. Simplemente son los fuegos de nuestros artificios, de nuestras tecnologías. No sé, ojalá pudieran ver que no pasó nada, que son sus llantos los que me permiten seguir pensando en cosas que jamás les podré decir. Que si existe algo llamado conciencia, ella reposa en las etiquetas que de día a día, y aun a mi muerte, colocaron sobre mi nombre, colocamos con el nombre. Son sólo tus recuerdos los que me permiten seguir pensando en ti…
Tal vez ese sea el castigo, el motivo de por qué sigo aquí. Alguien más tecleará las palabras que de mi quisieras escuchar, esperando llegar al dichoso punto final que clausure mi estancia en el mundo. Pero no se trata más que de ilusiones, fanstamagorias mediante las cuales atribuyo identidad a alguien más. Sí, claro, a pesar de eso, a pesar de que llegará el momento en que él se canse de escribir, yo existo.
¡Alguien más! ¡Siempre hay alguien más que me supone aquí!, suponiéndome habitando las hojas que alguien más, quizás tú, entre tus manos y frente a tus ojos, sostienes, sostendrías, la consistencia de algo de no-ser, toda una ilusión, una pura ilusión. Estoy aquí, he decido verterme al tipo, me sostienes, entonces te preguntas qué hay en mí, “¿quién fui yo?” dirás. Pues bien, es un hecho: ¡¡¡Yo no está aquí!!!
Su historia la hago la mía, espero sea esto el testimonio que de cuenta al futuro del tipo de hijos que mi época dio a luz. Sobrevivir, sobrevivir, no yo, alguien más, alguien que cante mi canción. Espero las siguientes páginas expliquen el sentido de mi paso por el mundo, espero los que me sobrevivan y lean este manuscrito entiendan los motivos que me han convencido de la decisión que he tomado... en mi. Son sólo tus recuerdos los que me permiten seguir imaginando los momentos que junto a ti no viviré... nunca he sabido qué hacer, y sin poderme reconocer en lo que he hecho, decido enfrentarme a los hechos de los últimos años de mi vida, su muerte me ha dado ánimo de desistir. Es temprano, acaba de amanecer, tengo suficiente tiempo para escribir antes de realizar mi palabra, esta es la meta final, responder una sola pregunta.

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