viernes, 23 de abril de 2010

Creación y metafísica

Una de las principales preocupaciones contemporáneas del teatro es hacer del espectador un espectador activo, es decir, convertirlo a él mismo en actor. El deseo se podría expresar en una pregunta tal como “¿cómo hacer teatro que produzca actores?” Sin embargo, y a pesar de no presumir una jerarquía, creo que el problema radica en cómo hacer un teatro que haga creadores.
No se trata de sacar de la sombra al espectador. Una misión tal me parece una vana pretensión de ilustración. Tampoco su opuesto geométrico, ello representa una panacea.
Por ejemplo, podemos escuchar muchas cosas sobre Pagannini, sin embargo nadie de los presentes ha escuchado a Paganini. El motivo radica no en que Paganini hace mucho que murió. El sentido de tal imposibilidad estriba en que Paganini no dejó registro escrito (se convirtió así en una Isla afortunada) que nos sirva de fiel a su obrar. Por el contrario, en el despliegue de su virtuosismo (arethé), se encargó de que alguien más lo registrara a él, es decir, ya desde su tránsito por el mundo se encargo de rodearse de intérpretes. Memoradores que como Fitzgerald, Cortázar, o Kerouac, inmortalizaron a la persona del jazz en la finitud del obrar de los grandes jazzistas del siglo XX.
Lo que queremos explicar en este capitulo es lo que denominamos historiográficamente crack de la representación, la memoración del instante propicio que le da su palpitación y también su extenuación a Occidente. Por ello es indispensable entender qué es representación para poder justificar dentro de un estudio histórico de la hermenéutica la noción de crack como quiebre de los órdenes de sistemas o códigos que se disponían para la representación (1). Entre el evento significativo y el evento significante, se dirime actualizándose constantemente el ámbito de posibilidad categorial, el cual dictamina en cada actualización no sólo el uso de las cosas contiguas justo en el cómo se nombran. No podemos reducir la interpretación a la mera y banal analogía.
Más allá y apuntando a nuestro tema, se busca la empresa imposible del determinar la disposición de la representación y la emergencia de lo posible en tanto posibilidad de acontecimiento, pues el ámbito de posibilidad dictamina qué es real y qué es ficción, qué lo bello, lo horrible, lo monstruoso, a la par que también dictamina y dispone de aquello que es justo e injusto también. Por ello el ámbito de posibilidad categorial no se circunscribe únicamente al estrato de una arqueología del saber. Con el eufemismo de ámbito de posibilidad categorial planteamos un ejercicio de historiografía deconstrucctiva a la historia de la metafísica. El murmullo ciego de Foucault.
Lo esencial a nuestros fines es que estas asignaciones de valor son y están en el conformar, gestar y gestionar del mundo. [Pero esta triple categorización no hace sino remitir a la creación.]
Con la proposición crack de la representación es la disposición (disponibilidad) de la proposición la que se quiebra. El cómo, podrá observarse al contemplarse que sí una proposición posee sentido, es en relación a un trasfondo milenario, el ámbito de posibilidad categorial, que no sólo dota de coherencia a la proposición, sino que la coherencia misma, el sentido, es ya siempre acaeciente en el empleo práctico de técnicas sobre materiales específicos a de fin de transformarlos, aplicando en tal trasformación determinadas formas sobre materiales que de hecho ya están conformados de una u otra manera por el uso cotidiano. Se trata de la palabra que arrastra, la palpitación de las antiguas diosas milenarias que como la Orestiada de Esquilo, claman el resarcimiento de su voz. La forma se forma en la disolución de sí, el tiempo de la reproducción reefectuante ejecutada por Atenéa al reconvertir a las perras de la venganza en la Euménides.
Esto quiere decir que la forma proposición, la forma representación, o cualquier otro evento significante, aún antes de acontecer puntualmente, es ya siempre posible en el trasfondo de lo actual, que como actual predetermina cualquier práctica significativa o significante donde al actualizarse, se quiera encontrar necesidad. Esto es el trabajo de la mímesis.
En otros términos, esto significa que lo que es posible al imaginar, al pensar, al representar, o simplemente y para ser más generales, al producir (poiesis), es producible en función de un todo estructural-estructurante que sin embargo no posee existencia puntual(2). La escrituración del porvenir, LA LEY.
Intentamos pensar la palpitación y lo palpitable desde su propio evento, la depotenciación del acto en la reefectuación de la acción creativa. Es decir, el tránsito de la oralidad a la escritura(@). Esto encierra el problema del autor, pero por el momento pasaremos de largo en su presencia.
Lo que se imagina es posible ser imaginado pero porque ya siempre está habilitado desde la precedencia que la “cultura” otorga, o mejor dicho, dispone para con el producir. Sólo es posible imaginar aquello que se encuentra concebido por una sociedad al seno de su cultura. Por ello, y a pesar de que el acto creativo –y el ser acto es acto por ser actual– se presenta o aparece como un momento único, puntual, y sólo por ello individual, tal individualidad constituye sólo un polo estructural que se confunde con la realidad(3). Esto es el efecto más extraño a la escritura, su propio despliegue, la palpitación de su impulso. La temporalidad transversal que ejecuta y pliega y despliega los momentos pasados y futuros en la reefectuación puntal del presentificar que efectua el signo en sí mismo.
Para observar lo anterior en relación a los temas que nos atañen, tiene que contemplarse la posibilidad de que la puntualidad con que emerge cualquier cuestión investigada por el historiador por ejemplo, no está en oposición a la observación en tanto reposo de algo dado de antemano(4. Es decir, la escritura no está en el documento, sino que ella misma ha trasposicionado su poder sobredeterminando las estructuras de la memoria, reconvirtiendo el Mundo en un signo, una cosa.
Esta supuesta oposición que se presenta como puntualidad, es indispensable cuestionarla, pues la misma puntualidad con que emerge una cuestión para el historiador es desde un caso mucho más evidente, la puntualidad con que emerge lo pintable para el pintor, o lo observable ya en tanto pintura al espectador. Lo opuesto a la observación no yace o subyace en reposo como mero objeto. En tanto se entienda que la observación ya es antes que nada acción creativa, y no mera subjetividad, lo opuesto a tal acción creativa es la actualidad, que más allá de la puntualidad del emerger de algo, se proyecta justo como ámbito de posibilidad categorial. La relatividad es en relación a un punto de observación, el acto actual que hace posible el observar. Es decir, hay un trabajo de la forma que no podemos seguir despreciando en el provecho insaciable del rédito que otorga.
Lo más complicado hasta el momento sería determinar el momento de tal acto, la formación de la forma si se prefiere. Pero esto es poder reefectuar los mitos en la voz de lo político, la batalla por la reinstitución de la polis.
La proposición crack de la representación busca por tanto expresar el momento histórico en que el ámbito de posibilidad categorial, en tanto disposición de la representación, se quebró en el claro de sus actualizaciones posibles, es decir, en el medio de las prácticas representacionales. El problema historiográfico que esto representa estriba en que tal crack de la representación no es un momento histórico convencional y sometible por ello a la simple cronología. Por el contrario, el crack de la representación es un momento histórico estructural, que justo se juega en dos dimensiones simultaneas que se presentan como opuestos radicales. Para reducir términos, retornamos a las cuestiones de la imagen y la experiencia de tal, pues ellas son las dos dimensiones simultaneas que en tanto se insista en captarlas epistemológicamente como objeto y sujeto, no se podrá acceder al pensamiento histórico del ser, pues objeto y sujeto son representaciones que hacen posible emerja algo que de común llamamos realidad, sin que uno ni otro sean reales como tal, sino meras estructuras simultaneas de lo posible que hacen lo posible en el estrecho espacio – el ahí del Dasein – que los separa. Tal estrecho, fundante del objeto y del sujeto, de la imagen y de la experiencia de ésta, es como tal el ser de lo que se presenta, lo representado en la representación, eso que a finales del siglo XIX fue denominado como impresión, la cuál acontece al seno de la acción creativa o prácticas representacionales. Es decir, el papel del signo, su regimen existencial.
Por tanto, cuando nos refiramos a la conciencia, sujeto, mente, psique, o alma en el curso de las meditaciones, no referiremos otra cosa sino la práctica imaginación, es decir el imaginar de la imagen, el producirla, el hacerla, el poetizar de la poiesis. La determinación puntual o individual si se prefiere de cada término, sería ya propiamente en la cartografía a la economía de los discursos de un nivel estratigráfico en una arqueología del saber.


(1) Para entender históricamente la proposición y lo que tal implica, es fundamental entenderla más que como crítica, cómo reelaboración histórica–historiográficas al problema del extraño agente en Foucault, y a los de la inevitabilidad de la periodización y conformación de un periodo de ruptura en la asignación de sentido histórico al pasado por parte de cualquier investigación histórica, ambas cuestiones trabajadas por Fredric Jameson.
La complejidad de la propuesta de ambos autores radica en que no sólo trabajan cuestiones teóricas y filosóficas de la representación historiográfica, pues sus consideraciones son simultaneas a problemas históricos como tal, sin embargo sin ser disociables la una de otra pues la ya simple problematización por el significado histórico no cuestiona únicamente la linealidad de un supuesto proceso histórico autónomo a la observación de éste por el historiador. Las propuestas de Foucault y de Jameson, al cuestionar la simple dicotomía entre “Historia” como devenir e “historia” como conocimiento de este devenir, se ubican ya en el más allá del bien y el mal buscado por Nietzsche, y que por Heidegger cabe llamar como pensamiento histórico del ser. Estos son los motivos que obligaran en lo sucesivo la complejización de la meditación. Esperamos que los dioses nos sean propicios y nos conduzcan a la altura de las circunstancias, aun cuando todo sea no más que la banalidad de nuestro intento.
(2) Aquí se podría hablar de existencia material, pero como ya dijimos, el material es el “en” de la técnica, es decir, es el lugar donde se ejerce una práctica. No hay tal cosa como materia prima, o encontrada a la inercia de su propia estupidez. ¿Dónde acontece ésta? La materia tiene un papel fundamental pero como espacialidad del producir, es su donde. Por ello lo puntual, es lo que aparece a la vista, lo empírico si se prefiere, pero que se presenta como evento puntual en función de la coherencia actual que pueda tener. Lo puntual de lo material como espacialización presente, es justo por ser presente, ya observable. Con ello se evidencia que por detrás de tal especialización sucede una temporalización que es ocultada por su propia especialización. Por este motivo, la realidad no reside en algo así como las condiciones materiales de la producción, a menos que se entienda por condición material de la producción la propia disposición de la representación. Lo material es elemento esencial del producir, de la poiesis, pero la realidad como tal es el curso de acciones que asignan significado a otra acciones, produciendo y reproduciendo sentido, la reefectuación del Mundo.
(3) ¿Por qué? Por la misma disposición de la representación que se quiebra para finales del siglo XIX, pues la disposición quebrada tiene sus puntos originarios en todo aquel momento o acontecimiento histórico puntual donde se quiera el origen de aquello que denominamos Modernidad. Cfr. Fredric Jameson, Las semillas del tiempo, trad. Antonio Gómez Ramos, Madrid, Trotta, 2000, p. 92-93.
(4) La eterna diferencia que realiza la teoría de la historia entre hecho y acontecimiento, Historia como gesta e historia como conocimiento, no es sino una hipótesis poderosísima que expresa el carácter estructural del “conocimiento histórico”. El problema deviene de olvidar tal carácter estructural de la hipótesis y el adjudicarle inmediatamente después el status de la realidad. La realidad ya es una instancia historiográfica, el efecto de su discurso. La historiografía por tanto es la reefectuación de lo real de la realidad, es decir, la ficcionalización del Mundo.
Debe poderse contemplar que la diferencia entre Historia e historia depende a su vez de la diferencia cartesiana entre res extensa y res cogitans. En tanto se insista en tal dicotomía y no se quiera ver la radicalidad originalidad del fenómeno Mundo, es decir su carácter de contenido y contingente de todo lo existente, no podrá observarse la retroactividad de la significación actualizante, y se insistirá por tanto en encontrar un pasado en sí. Cfr. Michel de Certeau y Jaques LeGoff.
(@)Los siguientes momentos de esta historia de la técnica dispociocional de Occidente, estaría cifrado en la tipologización de la escritura y despues en su reconversión reefectuante en tanto digitalidad. La era del internet.

1 comentario:

  1. Como poder, la risa es más brutal que cualquier acto solemne. Que mi pensar sea alegre.

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