lunes, 31 de mayo de 2010

el profeta era hombre

Eran tiempos joviales,
sabían del nombrar a un hermano,
más que como un hermano.

Un límite ulterior a todo plazo o todo rédito.
El del morir por una verdad que nadie oiría.
O por el recuerdo de una playa silente al otro sol.

¿Es cierto que de tus labios nació un murmullo
y al murmullo el sonido se calló?

¿Es cierto que besaste el carbón ardiente
para después silbar tus sueños más templados
aún cuando fueran terribles en sus tapices?

¿Es cierto que de contemplar los hielos
tus manos lacerarían los templos y el acero
donde las madres templaban el vuelo de los lamentos?

¿Es cierto que congelaste estrellas
cuando los cielos eran todavía de los mares
y emergían los monstruos del abismo?

No. Tú no te percataste:
Ahora el profeta era Hombre.
Ahí las playas se conocieron
bajo el signo de un solo mar.

Tus dichos fueron extirpados de mi piel,
cuando tus condenas eran
al miedo de no estar muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog