Todos tus sueños o todas tus magias,
los trenes de espigas que conocen las letras,
un libro o una rosa, una rosa o una palabra.
Se precipitan o se abisman, se adhieren o participan.
Balan silentes al capricho de la voz que una a una
las teje como si fueran la cara de los cantos
o el canto de tus ojos.
Ahí está tu sonrisa.
(el rasgueo del otoño por el pavimento)
De tu sonrisa nació la luz,
y de la luz el goce,
y del goce nació un dios.
Pero a su palabra ya no reíste,
y de tu silencio nació la culpa,
y de la culpa los pecados,
y de los pecados los crímenes,
y de los crímenes el martirio de ver tus ojos congelados
y después ausentes.
Tus labios eran una línea del horizonte más lejano.
De tu ausencia nació la búsqueda,
y de la búsqueda las escaleras,
y de las escaleras el cielo,
y del cielo tus manos,
y de tus manos las metáforas trasversales que mentían en nombre del abismo.
Las confundías con los ángeles.
Los ángeles convocaban a la luz sobre tu piel,
y de tu piel tus rizos,
y de tus rizos el hombre.
Entonces del hombre nació el amor
Y del amor la luz encontró la noche.
Aquí, Federico Tello
ResponderEliminar