sábado, 22 de mayo de 2010

Vuelos insomnes o suicidas

Hierven de tus ojos los jardines,
o la carne se muestra y el abismo mana de tus entrañas.
Entonces brotan las doctrinas secretas
de tus labios y nuestras manos reunidas.
La Revelación.

Acabábamos de recitar la poesía
milenaria más prohibida,
sólo para que se perdiera de nuevo
en el olvido de nuestros oídos
ausentes una tarde o todo el destino.

Así conocimos el silencio
y el nombre de todas la piedras.
Así nos encontramos sin piel
en medio de nuestros desiertos
o en medio de nuestras selvas.

Por ello de las piedras
en sus brillos y opacos, revestimos
la piel que se formó en el engarce
de nuestras venas y nuestros huecos.
De nuestros cadalsos y nuestras tierras.

Cadenas.
De los caudales brotó la sangre,
y al contacto con las lágrimas
nuestras carnes petrificaron a los dioses
y los suspiros de las noches más molestas.

Metálicos:
Insectos, suspiros, el sudor y la arena en el cielo.
La siesta, tu sueño, las piernas y la sangre que no cesó.
El silencio y las fiestas, las fiestas y las lagunas
del olvido y sus aguas cargadas de recuerdos y
los Vegetales que fuimos en otras vidas.

El humo del arma homicida.
Así fijamos para siempre las letanías
de otras caras y meditaciones oscuras,
de otros vuelos insomnes o suicidas.

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