sábado, 22 de mayo de 2010

Ya no caían las palabras al mar

De la luna se quema la noche
al oír tus pasos en la grava.
O de la grava se quema la luna
al oír tus pasos en la noche.
O de la noche se quema la grava
al oír tus pasos en la luna.

La luna, la grava, la noche.

Conferenciaron las tres para detener tus pasos,
para quemar de tus labios la noche de la luna.

La noche, la luna, la grava.

Y en la grava de tus sueños o los alcoholes
del fuego, de la luna fundieron los cráteres de tu aliento.

La grava, la luna, la luna.

Que lacera las palabras y el camino
del crujir del labio en mis manos y el látigo.

La luna, la luna, la luna.

O de mis manos que reclaman
al ver tus pasos en el firmamento y mi alma tan ajena.
Tan lejana.

La luna.

La noche que no es pecado.

La luna.

La que oculta tus risas.

La luna

La que sobrecoge y desoculta a las aves.

La grava.

La que toleró los amores ignotos en el claro de la Tierra.

La noche.

La que no supo guardar el silencio de las bardas.

La noche y la noche y la noche.

Que siguió mostrando a la luna a pesar de encontrarte muerta.

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