jueves, 6 de mayo de 2010

Las cosas dichas

A ti que aún no te conozco

Todas esas cosas me fueron dichas
de tus ojos y de tus pasos.

Que de limones ojos rojos,
trepabas tus sueños por los troncos de los dioses.
Lentamente exprimías toda palabra
y te deleitaste colocando tu sabor en cada esquina de la plaza.

Agentes, perros y el más soberbio de los oradores
callaron y roían de las raíces de tus pasos por el cielo.
Pero sus miradas no fueron tan altas como para matar a los caracoles.

Eras la danza de la vista que yo anhelaba danzar.

Fuiste entonces el destino que se encarna en la silueta de la sangre.
Eras del tiempo alado que sólo conoce de reflejos frutas e ilusiones.
Eras del reflejo la verdad y del celo las copias de tus pasos.
Pero tu nombre en cada huella sigue siendo silente.

Mi nube sigue siendo no tocarte, serte sino en la carne.

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