viernes, 14 de mayo de 2010

Palabra, muerte y pelotas

En tanto no recojas sino lo que tú mismo arrojaste, todo será no más que destreza y botín sin importancia; sólo cuando de pronto te vuelvas cazador del balón que te lanzó una compañera eterna, a tu mitad, en impulso exactamente conocido, en uno de esos arcos de la gran arquitectura del puente de Dios: sólo entonces será el saber-coger un poder, no tuyo, de un mundo.

Reiner Maria Rilke.

Imagina una palabra. Ella nombra algo. Piensa que ese algo lo llamamos cosa. ¿Qué es este mentar que nombra a la cosa cosa? De hecho, ¿qué significa mentar? ¿Qué nos capacita para pensar el mentar?
Podemos suponer la pre-existencia de la cosa y de la palabra independientemente a la mención donde la palabra es y la cosa aparece. Así, siempre que encontremos una palabra, cuando preguntamos por ella, en el preguntar por la palabra ya siempre estamos preguntando por la cosa que dicha palabra refiere.
¿Podríamos preguntar por la palabra en sí misma? Claro, podríamos contemplarla como el objeto específico de una disciplina del lenguaje, como la gramática, la semántica, la fonética o cualquier otra se invente en el entreacto… pero ¿eso es la palabra?, ¿esto sería el referir de la referencia? ¿Lo que la palabra hace en tanto palabra se encuentra cifrado en proporciones y magnitudes formales? ¿Eso sería la palabra?, ¿lo que se somete a las reglas formales de las disciplinas del discurso?
De hecho, para formar un círculo, ¿en qué sentido en nuestra preferencia a buscar el referente de la palabra, es decir, la cosa que ella mienta, ya siempre nos encontramos en el juego del disciplinamiento o rectitud (lo orto) que las disciplinas del lenguaje confieren a nuestra participación del mundo? ¿Te atreverías a nombrar esto pensar?
Esta cuestión, por más interesante y problemática que pueda resultar, no es de nuestro interés. Por el contrario, tendremos que partir de la suposición de que esto señalado efectivamente acontece.
Sin embargo el tema que nos atañe, nos convoca, es justo el de la participación, la tecnificación de los usos del lenguaje en el empleo o participación práctica del mundo.
De pensar la palabra requerimos pensarla en su ser y no en tanto cosa u objeto de una disciplina formalizada.
La cuestión de la palabra no es lo que ella dice, cómo lo dice, o siquiera el para qué dice lo que dice. La palabra como problema, como apertura y requisición del sentido, se juega antes en lo que se puede hacer con su decir. Es como la pelota de Zarathustra.
El decir por sí mismo no es problemático, sino que el decir de la palabra es la inauguración de un claro, un ámbito donde la palabra juega, refiere, señala o significa.
Sin embargo esto no dice que la señal de la palabra, su significar o señalar, sea el fundamento, el sustrato, el lugar donde habría de fincarse nuestra meditación o nuestra muerte.
La señal o el orden de la señal de la palabra sólo constituye la instancia de la materialidad de ella, el proyecto inscrito que ella constituye. Requerimos partir desde el signo que ella es en la necesaria transposición de la temporalidad de la causa eficiente y la causa final de ella misma, su despeje como claro o claridad del sentido.
Al preguntar por el sentido de la palabra tampoco interrogamos por la dirección de ella. Esto implica un retorno al “para qué” que anterior al signo mismo, confiere una dirección (voluntad) a la palabra en su referir. Pensemos entonces que ya siempre la palabra se “adhiere” o se encuentra “adherida” a la cosa.
El riesgo en esta retroyección adherente de la dirección en tanto impulso del sentido y pertinencia de sí, ya nos ancla en las ciénagas de las teorías de la referencia: la Lógica de la presencia.

Proyecto y Despeje
Recepción y Reproyección --> --> Presencia/ presente --> Cuantificación sígnico-material del
ser palabra de la palabra  Tiempo


Al preguntar por la palabra interrogamos por su ser palabra. El acontecer de ella misma en tanto conferencia del ser. Nuestro problema no es la referencia del ente, sino la conferencia del ser. Aquí está el problema de cómo se forma la forma.

“En verdad, una meta tenía Zarathustra, lanzó su pelota: ahora, amigos, sois vosotros herederos de mi meta, a vosotros os lanzo la pelota de oro.
“Más que nada prefiero, amigos míos, veros lanzar la pelota de oro! Y por ello me demoro aun un poco en la tierra: ¡perdonádmelo!
“Así habló Zarathustra.”

De la muerte de sí mismo, Friedrich Nietzsche, Así habló Zarathustra.

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