martes, 4 de mayo de 2010

El que no teme

El que no teme por mostrar su voz,
pues no es su voz posesión.
Él no es lo que palpita.

El que no teme mostrar su voz,
para denunciar con ella las siluetas de las cosas.
No es farsa de la naturaleza repujada.

El que no teme decir sus ojos
que aguarda la cauterización del contorno,
que imprime y reparte el alarido que sibila de la noche.

El que no teme llorar sus manos,
El hilo, la voz, y la destrucción de los vientos,
que soplan y mecen tu cintura. Sus muertos.

De la voz, que miraba el abismo,
de ahí partió el sonido y ahí retumba lo sensible,
al viento o al ritmo de tu cuerpo y el amante,

De sus ojos y el pavor de la carne que resguarda,
que en su voz nombra los interiores,
y que no mira de las luces que oxidan lo que conoce.

Que respira y toca el abismo con sus dientes,
contempla del aroma de la palabra
y el anuncio del pastor y sus aves.

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