domingo, 31 de octubre de 2010

Florecer la tierra

I

El surgir de la muerte (Las flores de la violencia)


Nací en las abriles más violentas, las que naturalizan
las crueldades más tiernas de tus lecturas de mundo.
Las que no olvidan invocar y perder de un mordisco.[1]
Las que resecan la cabeza y resecan la memoria.
Las que pierden la Tierra pero sólo para encontrarse a la Diosa.
Cada año nos mantuvo castigados, retirando cualquier recuerdo,
retirando cualquier trozo de piel o incesto
de su propia piel, perdida, ejecutada.
Al medio día nos mantuvo en la espera de la mitad,
pero el abismo del contar lo que no existe nos floreció,
y ya, con la flor, nos mantuvimos.

Dostoyevsky estaba al otro lado del mural de su letra,
aún cuando apostara su vida en un casino alemán.
Él mismo me paseó en trineo.
Yo me reventé Los poseídos. Y no lloré.
Nado casi toda la tarde, cada año emigro otra vez.


¿Qué oscuras cavernas osaste levantar?
¿Es cierto que la sombra del árbol era el árbol de verdad?
Hijo de profeta, no lo puedes recordar, olvidar o mentir:
“Sol es el símbolo del sol, de voltearlo a ver ciego serás”.
Y yo te creí. Creía en mí.
Sequé todas las ramas para saludarte en tu victoria,
reposé todos los colores de todas tus rosas;
para comprender finalmente que cada idea era tu color,
que cada Palabra era tu rosa.
(no toleraré más tu franca sonrisa, rostro de piedra, rostro en la pared)
Eras sólo espejo de vapor en el humo de tu frustración,
reflejo de ver tu nación desangrada por la paz,
de la nación defraudada por tus propios sueños,
expropiaciones y violencias;
te haré ver la tierra en un puñado de ilusiones.


Goethe nunca me prendió,
Llamó un silencio que ya había silenciado.
Antes de él, el cielo fue mi amigo,
antes de él, el viento conmigo se vientró.[2].

“Sabes? hace tiempo que la semilla solté.
“Las uvas de Sicilia ese año fueron divinas.”
Más cuando te busqué por la tarde, en el famoso jardín,
las uvas no eran pasas. Aún eran semilla tus palabras de semilla.
No podía hablar, aún respectabas mi sorpresa:
aún yo no podía sorprender.
Hablo nunca de tus semillas; no me interesa tu jardín.
Ya lo sabía, aún cuando nunca lo sentí:
el palpar de la tierra en el insistir de la negación
y tu verdad.


[Florecer la tierra, en medio de la tierra del jardín.]


Eos la aurora, la de dedos rosados,
amaneció nublado. Un cambio de sexo la transtornó.
Yo no toleraré siga ese patán diciendo sandeces de Grecia,
aún cuando creo que le ame en verdad.

Aquí dice: “ésta verdad, está escrito en latino y gratín”
pero es que él, por verdad, el sexo no la cambió.
Dijo después: “Cuida la métrica, o la escritura nos hará naufragar.”
H (Pero el verso libre nos salvó).
Aquí después dirá: “He aquí la selva negra de tu jardín.
La resurrección de la verdad.
“Aquí las danzas célticas de los rascacielos modernos;
aquí la luna turca de la antena de la verdad;[3]
la que le da la espalda a nuestra danza.
“Me está prohibido leer sus pasos, no recuerdo cuál era su abecedario.”
Pero sólo habla del recuerdo de sus pies,
en una tierra que recién hablaba suya.
¿Quién si no le dicta su verdad?
Quien si no el espejo de vapor en el humo de la confusión.
Aún así le debo la vida, que lo perdone Dios.


[Florecer la tierra, en medio de la tierra de tu verdad

Florecer la verdad, en medio de la verdad de tu tierra

Florecer el jardín, en medio de la tierra del jardín.]


Policías de ella:
Bajo la rueda gira la rueda en los caminos de hielo;
en dirección al tiempo todos le seguían; siempre
creyeron que la maldad era irónica, que los armaba tanto.
Cantaron, tuvieron grandes poetas, y cada cual
reverenció al Irreverenciable anciano Poeta.
Leyeron a los paseantes en las Tullerias de Londres o París,
donde el Sena también daba la hora
a los gatos en la hora de maullar. Caminaron.
Me creyeron ver y me gritaron: “Homicida,
¿Dónde está el cuerpo de la poesía?”
Aquel cadáver que plantaste el otro año en mi jardín
ha comenzado a retoñar. Les digo:
A veces el maullar lo hace el Abismo.
Él nos enterrará de nuevo,
cuando la poesía sea de piel y no de comercio.
Por Ello seré ladrón, me tatuaré la palabra “tatuaje”
hasta que aprenda a decir “poesía”,
o hasta que mi piel sea roja en la sangre
de la nieve de mi pared.
Os advierto, seré el abono de mis palabras.
Fake you faking fakers.


[1] Las que naturalizan violación y recuerdo.

[2] Acción y efecto de harse vientre. (Harse es mi castellanización al Daseín de la filosofía alemana, harse de ser/ estar-ahí.

[3] La maldad evidente del adversario in-sensible.

1 comentario:

  1. será que la tierra florece plantando cadáveres, en "memorias de subsuelo", o en el asombro de la poesía que es tatuaje y es piel, en naufragios de escritura...

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